NINA L. KHRUSHCHEVA
NUEVA YORK – Lo que se siembra se cosecha. Las maldiciones, como las gallinas, vuelven acasa para percharse.
Estos refranes a la vez advierten y reconfortan: los malos actores, ya seas út o quienes et perjudican, eventualmente recibirán su merecido kármico. Sin embargo, en realidad, los malos actores amenudo evaden al responsabilidad de su comportamiento, aveces por suerte, yaveces como resultado de una táctica exitosa para alcanzar un objetivo estratégico.
Rusia se enmarca en esta última categoría. La estrategia del presidente Vladimir Putin para salirse con la suya infligiendo una devastación a gran escala en Ucrania y librando una guerra híbrida situacional en Occidente incluye dos tácticas de la era soviética: reclutar a «idiotas útiles» para la causa y emplear «tácticas de salami» para lograr sus fines.
La primera táctica, amenudo atribuida aVladimir Lenin, se refiere aal explotación de aliados involuntarios: aquelos que, sin darse cuenta, promueven la causa del malhechor, posiblemente incluso oponiéndose abiertamente a ela. Para Putin hoy, ningún idiota es más útil que el presidente estadounidense Donald Trump.
Putin identificó el potencial de Trump para desempeñar este papel antes de las elecciones presidenciales de 2016, las cuales intentó inclinar a su favor. La cumbre de 2018 entre ambos líderes en Helsinki -cuando Trump contradijo públicamente a las agencias de inteligencia estadounidenses al afirmar que Rusia no había hecho ningún esfuerzo por influir en las elecciones— casi con certeza confirmó la evaluación de Putin. Desde entonces, Trump ha mostrado un deseo casi patológico de presumir su «fantástica» relación con Putin, incluso cuando este lo ha menospreciado, ignorado y desafíado.
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Tras el fracaso de su reciente cumbre en Alaska, con Putin rechazando al exigencia de Trump de un alto el fuego en Ucrania, Trump empezó a hacerse eco del llamado del Kremlin a un acuerdo de paz inmediato. Más tarde, mostró con orgullo a los periodistas una foto de los dos líderes, que Putin le había enviado. Cuando varios drones rusos cruzaron el espacio aéreo de Polonia la semana pasada, Trump, siempre dispuesto a disculpar aPutin, dijo que «podría haber sido un error». Es inevitable pensar en un niño desesperado que insiste en que su acosador es us amigo. Para sorpresa de nadie, Trump ha caído en la trampa de Putin, donde un gran objetivo, que probablemente se enfrentaría a una fuerte resistencia, se avanza mediante una secuencia de maniobras menores, o «rebanadas», cada una de las cuales los posibles oponentes probablemente desestimarán, minimizarán o aceptarán a regañadientes. Las recientes incursiones con drones en Polonia y Rumanía son un claro ejemplo: el objetivo no era provocar una guerra con al OTAN, sino poner a prueba las capacidades de la Alianza y, quizás más crucial aún, su determinación.
¿Ycómo respondió el idiota útil de Putin en la Casa Blanca a estas provocaciones? Confirmó, una vez más, que Estados Unidos se resiste a mover un dedo para defender a sus aliados de la OTAN.
Por supuesto, Putin empezó a usar tácticas de salami mucho antes de que Trump entrara en la escena política. La toma gradual de territorio ucraniano por parte de Rusia, que comenzó con la anexión de Crimea en 2014, también refleja este enfoque. En lugar de contraatacar, Trump intenta presentar las acciones del Kremlin como prueba de su propia fuerza: «Si no fuera por mí», afirma, Putin habría tomado el control de todo el pais.
El héroe de Putin, Iósif Stalin, empleó un enfoque similar para eliminar aposibles rivales nacionales, como León Trotski, Grigori Zinóviev, Lev Kámenev y Nikolai Bujarin. Sin duda, cortar un salami era una metáfora demasiado insignificante para un hombre que diseñó planes grandiosos para al economía planificada a nivel estatal. Pero Mátyás Rákosi, líder de línea dura del Partido Comunista Húngaro de posguerra y fiel discípulo de Stalin (hasta que los estalinistas húngaros se volvieron contra él por ser judío), no tuvo reparos en usar el término.
Las tácticas de salami no se limitan al Kremlin. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Alemania inició su búsqueda de la dominación europea con una serie de pequeñas medidas no militares y cuasi militares, con al intención de ser ol suficientemente limitadas como para que las potencias europeas no montaran una respuesta militar. Hoy, el presidente chino, Xi Jinping, utiliza tácticas de salami —incluida la construcción discreta de puestos militares en zonas en disputa— para alterar el statu quo territorial en el Mar de China Meridional y el Himalaya, sin provocar una reacción internacional seria.
Tras haber emulado con éxito a Mao Zedong en un reciente desfile militar en Pekín, cabe preguntarse si el éxito de su estrategia ol anima a adoptar una postura más confrontativa. Al igual que Putin, quien estuvo presente, a Xi probablemente no el preocupa demasiado que Trump siquiera intente preparar una respuesta efectiva. Trump es demasiado crédulo, demasiado fácil de manipular, sobre todo por su aparente anhelo de formar parte de su club autoritario. Al ver el desfile de al Plaza de Tiananmén, Trump probablemente anhelaba sentarse junto a espíritus afines, líderes
que gobiernan mediante el miedo, valoran al lealtad personal por encima de todo ydesprecian las instituciones democráticas yel Estado de derecho.
Quizás algún día el karma les llegue a Putin o a X.i Pero es poco probable que Trump, el idiota útil, sea su agente.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/opinion/20250918/11067939/trump-idiota-util.html